Por Hector Loaiza Cano[1]
Resumen
Este artículo explora un posible camino para el uso correcto de las evidencias en el campo de la apologética evidencialista. Se parte del reconocimiento del error frecuente cometido por el ateo, quien insiste exclusivamente en una evidencia empírica respaldada por el método científico como condición para aceptar la existencia de Dios. En este contexto, se propone una reflexión profunda sobre la naturaleza de las evidencias y su pertinencia en el ámbito de la apologética, con el objetivo de esclarecer y enriquecer el diálogo entre creyentes y no creyentes.
- Los prejuicios del ateísmo
La relación entre cristianos y ateos, ha estado marcada por tensiones y desacuerdos que a menudo desembocan en un mutuo desprecio generando una dinámica de conversaciones estériles. Los ateos, por un lado, consideran a los cristianos como menos inteligentes, irracionales y analfabetas. Este tipo de actitud puede manifestarse de diversas maneras, desde comentarios despectivos hasta discriminación abierta. Por otro lado, los ateos son a menudo vistos como desviados, rebeldes o incluso como individuos moralmente corruptos debido a su rechazo de la fe religiosa.
Se ha considerado que el título “ateo” debe entenderse por antonomasia como “brillantez”. Esta, no es una actitud exclusiva de pseudointelectuales que pululan en la internet. El filósofo y escritor estadounidense, Daniel Dennett, en un artículo titulado The bright stuff, considera que los ateos, ven el mundo de manera clara y racional, basándose en la evidencia empírica y el pensamiento crítico, en lugar de depender de creencias religiosas o supersticiones. Dennet, equipara la fe en Dios con la existencia de seres imaginarios como los elfos y el conejo de pascua (Dennet, 2003).
Así, se han planteado parangones sin sentido, intentando menoscabar la fe en la existencia de Dios. Carl Sagan, por ejemplo, en El dragón en el garaje[2], a través de esta analogía, propone el método científico como la salida para superar la superstición y la irracionalidad de la sociedad actual. Sagan, aunque brillante, cae en un cientificismo al apelar al método científico como única forma de acceder al conocimiento y como la manera más apropiada para desentrañar la realidad que nos rodea, dejando clara su adhesión al naturalismo metafísico. De esta manera, equipara la fe con algún tipo de superstición y supone que la existencia de Dios puede ser refutada a través de la ciencia.
Estas conclusiones, no son producto del quehacer científico, sino, de la adhesión a priori por parte de los ateos al materialismo metafísico. En un artículo en The New York Review of Books, el genetista de Harvard, Richard Lewontin, afirma:
Tomamos partido por la ciencia, a pesar de lo manifiestamente absurdos que son algunos planteamientos, […] a pesar de las tragaderas de la comunidad científica para ciertos argumentos endebles, y ello es así porque tenemos un compromiso previo […] con el materialismo. No es que los métodos o las instituciones de la ciencia nos obliguen a aceptar una explicación materialista de los fenómenos, sino que, al contrario, nuestra adhesión a priori a las causas materiales nos obliga a encauzar nuestra investigación según criterios y conceptos que produzcan explicaciones materiales, no importa que sean contrarias a la intuición, ni que resulten desconcertantes para los iniciados […]. Además, ese materialismo es absoluto, pues no podemos permitir que Dios meta el pie por alguna puerta a medio cerrar. (Richard Lewontin, “Review of Carl Sagan’s The Demon-Haunted World”, New York Review of Books, January 9, 1997)
El sesgo de ateos como Lewontin es evidente. Su postura arraigada en el materialismo como marco interpretativo previo a la investigación científica, no permite que, el ateo llegue a conclusiones diferentes a las que ha aceptado y descartado a priori. En este contexto, las explicaciones materialistas de los fenómenos no es resultado de la imposición de la ciencia en sí misma, sino más bien de un compromiso previo con el materialismo. Este compromiso, afirma Lewontin, guía la investigación científica hacia la búsqueda de explicaciones basadas en causas materiales. A partir del marco epistémico planteado por el ateo, deja de lado, sin siquiera reflexionar sobre el asunto, la posible existencia de causas sobrenaturales.
- El método científico y la existencia de Dios
Tradicionalmente se ha enseñado que hay un método científico único y universal que se sigue para realizar investigaciones y obtener conocimiento sobre el mundo natural. Este método a menudo se describe en términos de observación, hipótesis, experimentación y conclusión. Esta idea generalizada, ha permitido que se considere el método científico como aquel método que permite separar la ciencia de otras disciplinas.
Según los filósofos Craig y Moreland (2018) “no existe el método científico, sino que existe un conjunto de prácticas y cuestiones que se utilizan en una variedad de contextos y que pueden ser vagamente llamadas metodologías científicas” (p. 392).
Feyerabend (1975), cuestiona la concepción de un método científico único y aboga por la diversidad de enfoques metodológicos en la práctica científica. En lugar de reglas fijas, sugiere que la ciencia debería estar abierta a una variedad de métodos. Además, propone una perspectiva más flexible de la investigación científica, en la que no existan limitaciones preestablecidas y se fomente la creatividad y la exploración de diferentes enfoques.
En este mismo sentido, Laudan (1977), afirma que, “no existe un único método científico que sea universalmente aplicable a todas las áreas de la investigación científica»(p. 4).
Finalmente, Longino (1990), en su obra «Science as Social Knowledge» argumenta que la ciencia es una actividad social y que los valores sociales influyen en el proceso científico. De manera textual, afirma que “el conocimiento científico no es un producto objetivo y descontextualizado, sino que está situado en un contexto social e histórico específico» (p. 11).
Si bien, aunque no existe un método científico[3] universal, ha habido una inclinación de diferentes escépticos, de sostener que las mal llamadas ciencias duras (ciencias físicas y ciencias naturales) pueden explicar toda la realidad que nos rodea, o en el mejor de los casos, estas ciencias son las únicas que ofrecen conocimiento veraz. A las personas que tienen este tipo de concepciones se les denomina cientificistas (Loaiza, 2021).
El cientificismo se divide en: cientificismo fuerte y débil. El primero, asume que: (1) la ciencia es la única forma válida de conocimiento; (2) solo las explicaciones científicas son legítimas y confiables; (3) todo conocimiento se reduce a métodos y criterios científicos; (4) otras formas de conocimiento como la ética, la estética o la religión, no tienen ninguna validez. El segundo, se caracteriza por: (1) considerar la ciencia como la mejor forma de conocimiento para comprender el mundo natural; (2) aceptar la existencia de otras formas de conocimiento, pero las considera subordinadas a la ciencia.
Los ateos comúnmente se ubican en el primer grupo, negando la existencia de cualquier realidad que escape al método científico. Una de las consecuencias de tal dogmatismo, es la demanda de pruebas empíricas de cualquier suceso, entidad, sujeto; es decir, que puedan ser demostrados a través del método científico. El error es evidente, puesto que existen muchas verdades que escapan a tal comprobación, las matemáticas y la lógica, por ejemplo.
- Los límites de la ciencia
Las matemáticas, son consideradas como una ciencia formal. Ésta no puede ser comprobado a través del método científico. Esto nos obliga a asumir que existen verdades que escapan de estas metodologías científicas. Incluso, hay verdades matemáticas que no pueden ser demostradas, simplemente se aceptan como verdaderas (axiomas). Kurt Gödel, con sus teoremas de incompletitud, demostró que hay ciertas afirmaciones matemáticas que no pueden ser probadas dentro de un sistema formal matemático consistente. Un sistema formal se considera consistente cuando no alberga ninguna contradicción. En otras palabras, no existe una proposición dentro del sistema que pueda ser demostrada o deducida al mismo tiempo que su negación. Significa que: (1) no hay dos enunciados dentro del sistema que se opongan o sean mutuamente excluyentes, y (2) no hay un enunciado dentro del sistema que pueda ser probado junto con su negación. Entonces, no existe ningún sistema axiomático (formado por enunciados evidentes que se admiten sin necesidad de demostración), capaz de ser a la vez consistente y completo.
Ser consistente significa que no puede demostrar al mismo tiempo cosas como, por ejemplo, que el número siete sea primo y, a la vez, no lo sea. Esto sería una auténtica inconsistencia. Ser completo implica poder demostrar la veracidad y la falsedad de un enunciado matemático en todas las proposiciones posibles y no solo en algunas (Cruz, 2004. p. 69).
Sus implicaciones se extienden al derrumbamiento del pensamiento cartesiano, respecto a la creencia de Descartes sobre la capacidad de la razón humana para alcanzar un conocimiento completo y seguro de la realidad a través del método deductivo y la certeza matemática; pues siempre habrá verdades matemáticas que están más allá del alcance de cualquier sistema formal, lo que implica que hay aspectos de la realidad que son inherentemente indemostrables mediante métodos puramente lógicos o matemáticos.
Cuatro años antes a la publicación de Gödel, el físico alemán Werner Heisenberg formula el principio de incertidumbre. Este principio establece que es imposible conocer con precisión simultáneamente ciertos pares de propiedades físicas de una partícula, como su posición y su momento lineal (o velocidad), con una precisión arbitraria.
Heisenberg desafió la visión determinista del universo que dominaba la ciencia en ese momento. El llamado método científico se vio claramente limitado ante este suceso, porque, debido a la hegemonía del determinismo, era posible realizar predicciones del comportamiento de un sistema, conociendo las condiciones iniciales. No obstante, este principio, demuestra que, en el mundo cuántico, no siempre es posible predecir con precisión el comportamiento de las partículas. Así, la ciencia se vio limitada al enfrentarse a estas dificultades propias del mundo cuántico, a saber: el principio de incertidumbre (la imposibilidad de determinar con precisión la posición y el momento de una partícula al mismo tiempo), la superposición cuántica (las partículas cuánticas pueden estar en dos o más estados al mismo tiempo), el entrelazamiento cuántico (Dos o más partículas pueden estar entrelazadas de tal manera que comparten el mismo destino, independientemente de la distancia que las separa. El entrelazamiento cuántico es un ejemplo del principio de no-localidad), y la dualidad onda-partícula (La luz puede exhibir propiedades tanto de ondas como de partículas).
Por otro lado, debido a que el llamado método científico, está diseñado para explicar eventos que ocurren de manera repetitiva y predecible, su eficacia se ve limitada cuando se enfrenta a sucesos únicos o singulares.
Aquí, me parece incoherente que el ateo exija la comprobación de la existencia de Dios, a través del método científico, cuando éste, acepta cuestionamientos que escapan a este método. Un ejemplo de ellos es la teoría de la evolución. La evolución ofrece una línea de evidencia a favor de la misma, cuyo marco epistémico no coincide con lo que el cientificista fuerte denomina ciencia, sin embargo, de manera conveniente, acepta los presupuestos asociados a esta teoría. Así, líneas de evidencia a favor de la evolución, quedan fuera del ya mencionado método científico. Por ello, la veracidad de la evolución recurre a líneas de evidencia como: el registro fósil, la anatomía comparada, la embriología, la genética, y la biogeografía.
Las ciencias físicas y naturales, no son las únicas que pueden proporcionar conocimiento válido. Puede sonar gracioso, pero si usted se bañó esta mañana, no puede demostrar esto a través del método científico. Si después de leer lo anterior, una persona sigue siendo cientificista puedo decir que es igual de dogmático a muchos religiosos. Por lo tanto, el ateo que exige la demostración de la existencia de Dios a través de un experimento, se parece al hombre que “diseña una máquina capaz de detectar luz únicamente del espectro visible [y luego] … utilizarla para negar la existencia de los rayos x que, por su propio diseño, la máquina es capaz de detectar” (Lennox, 2011, p.27), o al hombre que está buscando elementos de plásticos con una máquina para detectar metales.
- Otras evidencias exigidas por los ateos
En cierta ocasión, se le preguntó al matemático y filósofo Bertrand Russell sobre el tipo de prueba que necesitaría para creer en la existencia de Dios, este respondió:
Bueno, si oyera una voz desde el cielo que predijera una serie de cosas para las siguientes veinticuatro horas, cosas muy improbables, y llegaran a suceder, creo que tal vez tendría que creer que hay alguna clase de inteligencia supra humana. No puedo concebir otro tipo de evidencia que pudiera convencerme y, en lo que a mí respecta, no existe dicha evidencia. (Russell, 1953 citado en Strobel, 2001, p. 163)
Es interesante que Rusell, quien era un ateo consumado, colocara como principal evidencia una experiencia personal y una percepción subjetiva. Lo que llamamos comúnmente en los círculos cristianos, tener una experiencia con Dios. Pero aquí surge una contradicción respecto a esta sugerencia. Miremos, por ejemplo, la resurrección de Jesús, que es una de las líneas de evidencia que presentamos a favor de la existencia de Dios. Según Geisler y Turek (2019), debido a que la resurrección es un hecho sobrenatural, el escéptico, por su prejuicio hacia lo sobrenatural, exigirá algún tipo de evidencia extraordinaria. Extraordinario es algo fuera de lo común, algo así como un milagro. ¿Otro milagro que corrobore el milagro de la resurrección? Quizás lo que necesita es lo que muchos llaman evidencia “abrumadora”. Pero abrumador es un tanto ambiguo, ¿bajo qué estándar, una evidencia se puede catalogar como abrumadora? Siempre habrá una objeción más a la evidencia que se le presente. Si lo que desea es algún tipo de prueba científica, no podría aceptar ningún suceso histórico. Los sucesos históricos se prueban observando las evidencias que se tienen, ya sean documentales o testimoniales.
- Las evidencias circunstanciales
Este aparente conflicto se puede solucionar si comprendemos el papel de las evidencias en la investigación de preguntas históricas (aquellos eventos que no son repetitivos). Este tipo de evidencia se puede comparar con la evidencia que se presenta en los estrados judiciales, en los cuales, a través de acumulación de distintas fuentes de información, ya sean testimoniales o documentales, se llega a una decisión razonable sobre la situación que atañe a la diligencia judicial que se desarrolla en x o y juicio.
El detective de homicidios J. Warner Wallace, en su libro cristianismo caso resuelto, reconoce dos tipos de evidencias: la directa y la circunstancial.
Según Wallace (2019):
La evidencia directa es aquella que puede demostrar algo por sí sola. […] la evidencia circunstancial (conocida también como evidencia indirecta) no puede demostrar nada por sí misma, pero señala en la dirección correcta al probar algo relacionado con el asunto en cuestión. (p. 35) (negrilla fuera del texto).
Según el jurista italiano Francesco Carnelutti, “en la prueba de indicios ni el juez observa el hecho ni éste está representado, lo que tiene es un hecho que le sirve de sustento o de base para buscar el hecho a probar” (Carnelutti, 1944, p. 402). Esto es, el juez no estuvo presente durante la ocurrencia del suceso, pero se sirve de los indicios y evidencias que se le ofrecen, para determinar lo que ocurrió.
El análisis de las evidencias circunstanciales o indicios permite defender un caso a medida que se posee una cantidad suficiente de este tipo de evidencias:
“La eficacia de la prueba indiciaria o circunstancial, como prueba indirecta, no parte de pruebas plenas aisladas, sino de datos unívocos, concurrentes y convergentes, de cuya articulación, concatenación y engarce, se obtiene objetivamente una verdad formal […] a la cual cada indicio —considerado en forma aislada— no podría conducir por sí solo”. (Aros et al, 2018, p.5)
Sin embargo, estas evidencias circunstanciales deben ser ordenadas, de tal manera, que “su secuencia pueda dar más certeza al acervo probatorio, aunque al principio un solo indicio no ofrece claridad del resultado que es cierto pero que se desconocen los hechos procedentes”. (Ayala et al, 2017, p.14)
Según el juez y político español Juan Alberto Belloch Julbe, la prueba indiciaria debe tener al menos tres componentes:
Una serie de hechos–base o uno solo “especialmente significativo o necesario”, que constituirán los indicios en sentido propio; Un proceso deductivo, que puede ser explícito o implícito (esto último, cuando el valor significativo del o de los indicios se impone por sí mismo); y, una conclusión o deducción, en cuya virtud uno o varios hechos periféricos han pretendido tener por acreditado un hecho central a la dinámica comitiva, conclusión que ha de ser conforme a las exigencias del discurso lógico. (Belloch, 1992, p.38)
En este sentido, si se presenta el caso a favor de la existencia de Dios, debemos identificar los indicios, los cuales deben ser presentados de manera lógica a través de argumentos de tipo deductivo, que conlleven a una conclusión a favor del caso que nos atañe. Para ello, se debe mostrar a través de la evidencia o prueba indiciaria que el teísmo es más razonable que el ateísmo. Esto no es mera especulación, ni una aceptación de la existencia de Dios con base en la probabilidad, no sería legítimo dejarle al azar tal decisión. Recuerde que una cosa es saber que Dios existe, otra cosa es mostrar que Dios existe. Aunque, en el mejor de los casos, podamos “mostrar que el cristianismo es probablemente cierto, podemos saber con base del testimonio del espíritu santo que el cristianismo es verdadero con una seguridad profunda que supera con creces lo que la evidencia en nuestra situación particular podría apoyar” (Craig, 2018, p. 56).
- Un camino a la formulación del caso a favor de la existencia de Dios
La presentación de los indicios a favor de la existencia de Dios se realiza a partir de argumentos tanto deductivos como inductivos. El filósofo estadounidense William Lane Craig sostiene que el argumento deductivo es un buen argumento, si las premisas son verdaderas y la lógica es válida. En este tipo de argumento, las premisas deben ser más plausibles que las explicaciones alternativas. Lo que denominamos indicios refuerzan nuestro argumento, los cuales son apelaciones a hechos aceptados ya sea de manera filosófica o científica.
Miremos el siguiente ejemplo: la policía judicial llega a la sala de la casa de Lázaro y su cuerpo yace en el suelo. Cada escena ofrece una cantidad de evidencia según sea el caso: huellas de calzado, huellas dactilares, un cabello, una simple fibra de las prendas de vestir, marcas de rasguños en la pintura, sangre, semen o cualquier tipo de fluidos. Lázaro ha sido asesinado por María, esto no lo saben los policías. La escena del crimen, aunque aporta evidencias, antes de recogerlas y analizarlas, son posibles muchas hipótesis respecto a la muerte de Lázaro: Lázaro se pudo haber suicidado, pudo haber sufrido un accidente, pudo haber muerto de manera súbita por un derrame cerebral o un ataque cardiaco, o pudo haber sido asesinado por alguien. Sin embargo, Lázaro está boca abajo sobre un charco de sangre, y tiene un cuchillo en su cuello; igualmente, tiene heridas profundas en su espalda. Aunque no hay testigos del crimen, lo más razonable es que Lázaro haya sido asesinado. Lo primero que se obtiene de las evidencias es la identificación de qué ocurrió.
Si bien es cierto que existen muchas posibilidades, estas son poco probables en virtud de las evidencias. Además, se logra establecer que el cuchillo que Lázaro tenía en el cuello le pertenecía a María. Si solo se tuviera el cuchillo, no sería razonable creer inmediatamente que María fuera la asesina, alguien pudo haber tomado el cuchillo de María para inculparla. La evidencia circunstancial en este caso no solo consta de un cuchillo, María había amenazado de muerte a Lázaro, aunque sigue siendo posible que algún enemigo de Lázaro aprovechara la amenaza de María para asesinarlo. Pero, una vecina afirma haber visto a una mujer entrar a la residencia de Lázaro unas horas antes de que se encontrara el cuerpo. Hasta aquí, aún existen posibilidades de que ella no sea la asesina. Luego de un allanamiento a la casa de María, encontraron una camiseta con manchas de sangre con el mismo tipo de la de Lázaro. Aunque estas evidencias “no le permiten al juez ver directamente al autor del hecho ni tampoco representan al autor; pero le permiten, sustentado en ellos, inferir que el causante de la muerte de” Lázaro fue María (Parra s.f., p.15). Estas evidencias circunstanciales son lo que son, están ahí y no hay error en ellas. Sin embargo, es probable que la interpretación que se haga de ellas sea errónea. Por ello, el veredicto que se emita con base en tales evidencias circunstanciales se hace en el marco de lo que es razonable.
Entendiendo el procedimiento, se puede formular un caso a favor de la existencia de Dios, para lo cual se pueden presentar: el origen del universo, el ajuste fino del universo, la existencia de una ley moral y la resurrección de Jesús de entre los muertos; como las evidencias a las que se debe presentar el teísta como el ateo, y a partir de la evidencia circunstancial determinar cuál es la respuesta más razonable, si Dios o sus alternativas. Así, la exigencia de una prueba empírica, o de laboratorio, como única manera de presentar defensa sobre la existencia de Dios o indicar que su existencia es razonable, queda sin fundamento, por lo que si el ateo, se continúa con el mismo marco epistemológico como única manera de hablar de la existencia de Dios, caerá en una suerte de idealismo.
Conclusiones
El artículo comenzó presentando una serie de prejuicios que presentan los ateos frente a los creyentes. Se respondieron una serie de suposiciones ateas en torno a la manera como se puede conocer la verdad. Se ha mostrado que existen una serie de verdades que escapan al método científico debido a sus limitaciones; De igual manera, se presentó de manera somera las implicaciones que conllevan el aceptar el cientificismo de muchos escépticos. En cuanto a Dios, se ha dejado claro que no existe una prueba empírica en el laboratorio que demuestre su existencia, esto debido a las características que posee. Para este caso se ha presentado el uso de las evidencias circunstanciales como un método propicio a partir del cual, analizando diferentes evidencias circunstanciales, por ejemplo, los cuatro argumentos clásicos de la apologética evidencialista, se analice la plausibilidad de la existencia de Dios como la respuesta a cada uno de ellos o si las alternativas naturalistas, ofrecen una mejor explicación de los mismos. A partir de un caso acumulativo, se puede llegar a la conclusión correspondiente. Al aceptar las condiciones, el marco epistémico, y cada una de las características que exige el método presentado, la conversación con los ateos, no seguirá teniendo un terreno infértil, sino que, a partir de esto, se puede estimular un dialogo mucho mas reflexivo.
REFERENCIAS
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Ayala, A., De la Rosa, M. y Arvilla, J. (2017). El indicio como medio probatorio en el marco del sistema penal acusatorio en Colombia [Monografía para optar al título de abogado, Universidad cooperativa de Colombia].
https://repository.ucc.edu.co/bitstream/20.500.12494/14292/1/2017_sistema_penal_acusatorio.pdf
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https://www.nytimes.com/2003/07/12/opinion/the-bright-stuff.html
Feyerabend, P. K. (1975). Contra el método: Esquema de una teoría anarquista del conocimiento. Barcelona: Editorial Gedisa.
Julbe Belloch, J. A. (1992). La Prueba Indiciaria. Madrid: Instituto Pacifico S.A.C.
Laudan, L. (1977). Progress and its problems: Towards a theory of scientific growth. Berkeley, CA: University of California Press.
Lennox, J. C. (2011). ¿Ha enterrado la ciencia a Dios? Publicaciones Andamio.
Loaiza, H. Fe + Evidencia. Creer y defender la verdad en época de escepticismo. 2021.
Longino, H. E. (1990). Science as Social Knowledge. Princeton University Press.
Moreland, J. P., & Craig, W. L. (2018). Fundamentos Filosóficos para una Cosmovisión Cristiana. Publicaciones Kerigma.
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https://www.sic.gov.co/sites/default/files/files/Apuntes%20de%20la%20prueba%20indiciaria.pdf
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Strobel, L. (2001). El caso de la fe. Editorial vida.
Wallace, J. W. (2019). Cristianismo Caso resuelto. Un detective de homicidios investiga las afirmaciones de los evangelios. Editorial Bautista independiente.
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[1] Licenciado en matemáticas y física. Magíster en ciencias de la educación. Docente de teología con más de una década de experiencia en el Instituto Bíblico Pentecostal. Escritor y apologista pentecostal. Ha publicado dos libros: Fe+evidencia: creer y defender la verdad en época de escepticismo (2021) y la travesía de un alma perdida (2023). Este artículo se basa en el capítulo 9 y 11 del libro Fe+evidencia.
[2] El dragón en el garaje es una analogía utilizada en el libro “El mundo y sus demonios”, del astrónomo, astrofísico, cosmólogo, astro biólogo, escritor y principalmente un reconocido divulgador científico estadounidense. Carl Sagan en su libro El mundo y sus demonios. En esta misma línea, va la analogía de la tetera de Russell.
[3] En adelante, se usará el término método científico de manera genérica, haciendo referencia a cualquier método que se use en el mundo científico y se pueda describir en términos de observación, hipótesis, experimentación y conclusión.